sábado, 30 de abril de 2011

"Pomboviajapata" comunicado desde el Buen Pastor

27 de marzo de 2010.

En homenaje a todos aquellos que aman la verdad, a nuestros compatriotas que tienen dignidad, y que están cansados de las injusticias y las mentiras, nos dirigimos para relatarles detalladamente nuestra verdad, nuestra realidad de prisioneras, el reclamo que hicimos y la respuesta que tuvimos de parte de este gobierno fascista.
Carmen Villalba y Francisca Andino estamos recluidas en el Sector de Máxima Seguridad de la Cárcel de Mujeres del Buen Pastor, de Asunción.
En el fondo de un segundo piso hay cuatro celdas que componen la Máxima Seguridad.
Cuando aproximadamente dos meses atrás fueron detenidas las primeras compañeras en el Norte del país, siendo traídas inmediatamente a esta cárcel, por una cuestión de solidaridad, Carmen fue recibiéndolas y trayendo a nuestro sector, para que por lo menos pudieran asearse, comer y descansar aunque sea un momento, sentir que no están solas, aunque después fueran ubicadas en otros sectores.
Primero llegaron Ña Estela Agüero, Soña Muñoz y Rumilda Jiménez. Pasados unos días vino Juana Bernal Maíz, unos días más adelante Mary Blanca Bracho y, por último, Graciela Samaniego.
Entonces, comienzan a aplicarse nuevamente con más fuerza las prohibiciones. Una de ellas, la de no pasar a otro sector. Todo está prohibido:
Prohibido encontrarnos entre nosotras.
Prohibido hablar, estudiar, aprender y enseñar.
Prohibido estar juntas, prohibido compartir las comidas.
Prohibida la SOLIDARIDAD!
Cuando el día 24 del corriente aparece pegada por la pared una circular donde la Directora prohibía terminantemente que nadie pasara a otro sector.
Nosotras, Carmen Villalba , Francisca Andino, Rumilda Jiménez, Sonia Muñoz, Estela Agüero, Mary Blanca Bracho y Graciela Samaniego decidimos:
No obedecer la prohibición que violaba flagrantemente nuestro derecho más sagrado, que más que derecho es Dignidad que caracteriza al pueblo al cual pertenecemos: la SOLIDARIDAD, potenciada en nosotras por nuestra condición de mujeres, luchadoras y revolucionarias.
Entonces nos quedamos todas juntas en este Sector de Máxima Seguridad, con una petición muy concreta y sencilla que le hicimos a la Directora Sra. Olga Escobar de Candia, y a la Directora General de Institutos Penales, Olga Blanco: y es que nos dejen compartir unas horas al día, para después las compañeras retirarse a sus propios sectores a las 19 horas, cuando se hace el cierre parcial de los sectores. Después de unas discusiones con ambas directoras, estas se retiran con la amenaza de Olga Blanco, diciéndonos “si no vengo enseguida vendrán otros y de otra forma”. Así nos amenazó y se retiró de nuestro sector. Entonces, nosotras decidimos resistir. El agua caliente que teníamos es un signo de nuestra resistencia, porque bien sabemos que las fuerzas represivas son cada vez mejor equipadas y con impunidad para actuar con salvajismo y brutalidad.
Pasada media hora que las directoras se hayan retirado, ya aparecen en el pasillo angosto y oscuro del pabellón un Grupo Comando de la Policía Antiterrorista entrenando sus sofisticados equipos de guerra comprados recientemente con el sudor y la sangre de nuestro querido y sufrido pueblo. Con fusiles y escopetas apuntando a nuestras celdas y llamando a la compañera Carmen a que salga al pasillo. Mientras, quien dirigía la operación ordenaba: “Fusileros, a quiénes salgan, tiren a la cabeza; si carmen o Francisca se asoman, directo tiren a la cabeza”. Como ninguna de nosotras salimos al pasillo oscuro, entonces empiezan a disparar hacia nuestras celdas, mientras abrían los portones. Las cuatro celdas y el pasillito se convirtieron en un campo de guerra, los estruendos de las balas ensordecían en este mínimo espacio cerrado y oscuro. Por las huellas que quedan podemos contar más de doscientos disparos con balines y algunos con balas reales que dejaron huellas por las ollas. En medio del estruendo infernal y no sin antes amenazarnos de “Pomboviajapata” (les voy a matar a todas), fueron tomándonos a cada una, no sin antes golpearnos brutalmente por la cabeza y luego empujarnos hacia el pasillo donde fuimos tiradas al piso, boca abajo, esposadas hacia atrás y siendo golpeadas en todo el cuerpo. Las más golpeadas fueron Rumilda, Carmen, Mary y Graciela. Y así ensangrentadas las compañeras, nos tuvieron ahí aproximadamente 30 minutos, para después ser arrastradas algunas compañeras, y así nos quitaron en el patio para la exhibición al público, método utilizado por el dictador Strossner y retomado hoy por el fascista Fernando Lugo.
En el patio, sentadas en círculo en el piso, mirándonos entre nosotras, viendo la sangre de las compañeras derramarse, entonamos canciones y gritamos estribillos. Entonces la Directora general ordenó que se nos encierre en las piezas privadas de dos en dos y esposadas.
No hay que olvidar que nuestro delito más grande es querer estar juntas. “Siempre nos separaron los que dominan, pero sabemos hoy que eso se termina”.
Mientras estábamos encerradas en las privadas, nuevamente entraron a nuestras celdas, esta vez funcionarias y funcionarios quienes con total impunidad, por orden superior, nos robaron, llevaron las cosas que les gustaban y rompieron todo lo que no querían. Además derramaron todas las provisiones mezclando entre sí todo y no contentos con eso, derramaron agua dejando hecha basura todo lo que nuestros familiares del interior del país con mucho esfuerzo nos hicieron llegar.
Cuando todo ya estaba como ellos decidieron que esté, entonces nos aplicaron la sanción: 30 días de aislamiento. Carmen y Francisca en sus celdas encerradas y, Sonia, Rumilda, Mary Blanca y Graciela, en el calabozo o celdas de castigo. En el calabozo se vive en condiciones infrahumanas, no hay luz, hay alimañas y alejado de los pabellones en un patio totalmente separado. Las compañeras están ahí con guardia militar y policial. Estamos en una doble privación de la libertad, golpeadas en todo el cuerpo, casi todas con la cabeza rota y mucha sangre perdida, pero estamos más enteras que nunca.
Somos mujeres que ya no estamos dispuestas a lamentarnos y mucho menos a resignarnos por el sufrimiento de nuestro pueblo. Por eso nos levantamos con la frente erguida y con el puño en alto, dispuestas a seguir combatiendo a este sistema opresor.
Frente a las mentiras de este gobierno, nos sentimos obligadas a decirles la verdad.

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